La Welwitschia mirabilis es una planta que supone un reto para todos los suculento-adictos. No es que sea especialmente decorativa, pero es tan difícil de cuidar que lograr tener éxito con ella es un motivo de orgullo.
Y es que al ser originaria de una de las zonas más secas y calurosas del mundo, decidir intentar adaptarla a un clima algo más suave a menudo acaba mal. A pesar de ello, este es un blog de suculentas, y en él tiene que haber fichas de todas las especies: la de la Welwitschia mirabilis no puede faltar.
¿Cómo es?
La Welwitschia mirabilis es una especie monotípica (la única del género Welwitschia) que fue descrita por Joseph Dalton Hooker y publicado en The Gardeners’ Chronicle & Agricultural Gazette en el año 1862. Se trata de una planta endémica del desierto del Namib que crece de un tronco grueso del que brotan dos únicas hojas. Nada más germinar, brotan los cotiledones, los cuales se van transformando en esas dos hojas.
Las flores surgen de un tallo terminal del centro de la planta, y son de color anaranjado. Las semillas son plantas, con alas laminares, y miden unos 2cm.
¿Cuáles son sus cuidados?
Para tener una Welwitschia mirabilis en condiciones hay que plantarla en una maceta grande y profunda con sustrato que drene muy, muy bien. De hecho, es muy recomendable usar simplemente pómice solo o mezclado con arena de río lavada. Además, hay que regar poco: una vez cada 10-15 días en verano y de forma mensual el resto del año.
Sin embargo, de nada servirá tenerla en el mejor sustrato si el clima no acompaña. La temperatura máxima puede ser de 40ºC sin problema, pero la mínima no debe de bajar de los 0º. En el caso de que lo haga, tendremos que protegerla en un invernadero con calefacción.